Hay
personajes, que incitan nuestra curiosidad, que atraen o sorprenden y sobre los
que una quisiera saber más, indagar el origen de sus frases, el propósito de
sus actos. De ellos, o ellas, a veces
sabemos solo su nombre, escuchado con frecuencia, repetido en distintas
ocasiones. Nos proponemos entonces conocer su historia o configurarla mediante la investigación.
La
empresa de reconstruir una historia de vida implica frecuentemente un tiempo
que parece interminable ¿Por qué? Principalmente por la ausencia de fuentes, de
fuentes confiables. Fenómeno que se produce en nuestro medio por la falta de
tradición patrimonial y de valoración de
las historias personales o colectivas.

En
esas condiciones elaborar una biografía , compartir con otros, difundir los
tesoros vitales que se intuyen en ciertas existencias singulares, exige una
enorme dosis de paciencia y de pasión. Claro que, en ocasiones se opta por tomar un camino alterno que va
por los terrenos de la deducción más que por los de la constatación. La
historia por más objetiva que quiera ser siempre se encuentra con estos grandes
lagos o vacíos de datos que obligan a usar la inferencia, a llegar a una drástica
conclusión.
Muy
distante de este procedimiento utilizado por la historia, no siempre exacto
pero sí, bastante riguroso, podría decirse hasta que se cuela, aparece la literatura para recrear –con menor o mayor distancia o fidelidad–
los hechos protagonizados, las circunstancias y el ambiente en que vivió
determinado personaje. Pero la novela histórica, o la historia novelada tiene
otro propósito distinto del de la historia. Para la novela histórica lo
fundamental es la comunicación de algún proceso o en torno a un personaje
relevante, procurando el deleite, la emoción. La búsqueda de la estética
a través del lenguaje se sobrepone a la búsqueda de la verdad. Y no en
pocas ocasiones termina deformando la realidad histórica.
La
genialidad de los grandes biógrafos literarios
ha estado en crear una historia convincente y apasionante destacando las
virtudes, hazañas o conductas excepcionales de los personajes biografiados
desde una óptica particular. En este caso no es que le falten fuentes, todo lo
contario, les sobran y de ellas escogen la que convienen a su proyecto
personal. El reto es distinto. Consiste
en recrear un universo y situaciones apasionantes que conciten la lectura y
establezcan filiación entre el autor y sus lectores.
Este
preámbulo viene al caso de Manuela Espejo personaje del cual se sabe poco y se
supone mucho. Las pocas fuentes
encontradas hasta ahora han permitido configurar un sujeto protagonista y
testigo, personaje de singulares características en una época decisiva de la
historia patria.
Manuela Sáenz, (1795- 1856) venerada o vilipendiada
según los ojos que la miraran, por encima de todas las rencillas ideológicas,
era ya una figura inscrita en el cuadro de los héroes de la Patria junto a la
Cañizares, la patriota por excelencia presente en los textos escolares desde
comienzos del siglo XX. Manuela Espejo
vino a completar la tríada gloriosa de las Manuelas.
Si
seguimos una secuencia de visibilización ordenada por momentos podemos decir que Manuela Espejo era
más o menos una desconocida hasta el año 2001
Primer Momento
comienza cuando Carlos Paladines saca a la luz un libro llamado Erophilia con el subtítulo Conjeturas sobre Manuela Espejo. Paladines
que es un investigador concienzudo, no pudo evitar el impulso de difundir el descubrimiento.
Había encontrado la huella de Manuela Espejo. Atribuyó a Manuela la Carta escrita a los editores de periódicos ubicada
en el Número 3 del Periódico Primicias de
la Cultura de Quito, el primer periódico que se editara en Quito en el año
1792 por inspiración nada menos que del
duende, su hermano Francisco Javier Eugenio de Santacruz y
Espejo .
Con
base en el análisis de esta extensa
carta firmada con el seudónimo de Erophilia
(Amante de la Sabiduria y el Amor) Paladines configuró un nuevo personaje
femenino para la historia ecuatoriana, heroína a la que dotó de características
intelectuales, pasión por el estudio y por los libros, perspicacia política,
sensibilidad desprejuiciada, irreverencia franca y apasionada. Una mujer que
pregonó el derecho a la felicidad para sí y para los demás. Sin duda, la
rotunda carta tiene un estilo femenino y los temas que aborda corresponden en
gran parte al mundo de las mujeres.
Segundo momento:
En
un segundo momento se empieza a hablar de su relación con José Mejía Lequerica el diputado más brillante de la
Audiencia de Quito que representa a América
en las Cortes de Cádiz. (1813) .
Recordemos que José Mejía, hijo ilegítimo, repudiado por su padre, nacido en 1775 en un barrio cercano al de
Manuela, era un chico pobre pero brillante. A pesar de la diferencia de casi 30
años de edad, era amigo e interlocutor de Espejo y se entendían muy bien en el tono y el
interés de las discusiones porque los dos poseían gran inteligencia, leían sin
descanso y tenían inquietudes similares en el campo de las ciencias, la
filosofía y las letras. Seguramente, frecuentando diariamente la casa de
Espejo, habría podido aquilatar de cerca los valores que caracterizaban a
Manuela, (1757) hermana menor de Eugenio con diferencia de diez años y menor
también a su otro hermano, Pablo, con cinco años (1752).Los tres Espejo
conformaban un grupo fraterno e
idealista que vivía al filo de la navaja. [1] Dos años
después de la muerte de su hermano Eugenio de Santa Cruz, Manuela contrae
nupcias con Mejía (1796) quien habría descubierto “el esplendor de su espíritu
privilegiado”.[2]
Este matrimonio escandaliza al vecindario porque Manuela Espejo es casi veinte
años mayor a Mejía y sinembargo la pareja vive una relación tranquila y
cariñosa aunque no apasionada. Después de diez años de unión marital Mejía emprende
viaje a España y allí se destaca como gran orador de las cortes de Cádiz donde
defiende posiciones políticas francamente revolucionarias. Alarma también saber que Manuela le hubiera
sido leal –política y afectivamente– a Mejía a pesar de la nueva relación que
él mantuviera en España con Gertrudis de
Salanova. Aludir a este evento en la
vida de Manuela despierta sospechas y resquemores.
Tercer momento
En
un tercer momento se destaca su papel como amante de los libros, de la lectura,
incluso de aquellos prohibidos por el
Santo Oficio, de ser asidua de la
Biblioteca Nacional que regentaba su hermano y cuidadora luego de los libros
dejados por él y por su marido. Desde
este ángulo se le reconoce como la primera
bibliotecaria del país. A raíz de este reconocimiento el Municipio de Quito
crea con el nombre de Manuela Espejo un estímulo para premiar la trayectoria de
las mujeres que hubieren destacado por sus servicios ciudadanos.
Cuarto momento
Con
la llegada del bicentenario de la Revolución de Quito, y la celebración del 10
de agosto de 1810, se enfatiza la labor patriótica de Manuela Espejo al atribuirle cercana
amistad con las mujeres más identificadas con la causa revolucionaria de la independencia.
Se identifica en Manuela a la mujer que sufrió en carne propia las injurias, el
maltrato, los atropellos del régimen
colonial en la persona de sus hermanos y de ella misma. Se ensalza a la mujer
valiente y decidida que lleva adelante
un juicio contra Luis Muñoz de Guzmán, Presidente de la Audiencia por los
agravios, prisión, enfermedad y muerte sufridas por su hermano, el Precursor.
En
su larga vida – vivió cerca de 90 años– Manuela Espejo tuvo la suerte de ver
morir la Colonia y nacer la República.[3]
Quinto momento
Una
nueva mención resignifica la presencia de Manuela en la época pre
revolucionaria. Su papel como ayudante de su hermano médico. Se dice que
durante la epidemia de fiebre amarilla en 1785 atendió con todo esmero y riesgo
a los enfermos y moribundos víctimas de ese temible mal. Esta arista de su
personalidad mueve al Vicepresidente de la República Lenin Moreno a
emblematizar su campaña a favor de los discapacitados del país, con el nombre de Manuela Espejo. A partir de
esta exitosa empresa social el nombre de Manuela Espejo salta las fronteras
patrias y alienta ideales de solidaridad inusitada.
Sexto momento
El
personaje que ha permanecido en el olvido por dos siglos pasa de un territorio de penumbra a otro de mitificación. El pueblo
común que empieza a oír reiteradamente el nombre de Manuela sin tener mayor
conocimiento sobre ella empieza a enmarcarla como a una discapacitada excepcional. Para ese
sector poblacional Manuela Espejo es percibida como una muda, una persona que no habló pero actuó
en favor de los demás.[4]
Séptimo momento. La polémica
Algunos
historiadores empiezan a opinar sobre la suprafiguración
del personaje. Para unos, lo que no tiene testimonio o fuente evidente de
existencia no tiene ningún valor. Manuela
es solo la hermana de Eugenio Espejo.
Para otros, es posible inferir algo más de su personalidad y de su
aporte histórico, por los comentarios
que se encuentran sobre ella en papeles de la época. También se puede deducir
que siendo hermana de dos grandes personajes Eugenio y Pablo, cura de Cotacahi
coautor de las famosas banderitas rojas colocadas en las cruces de la ciudad,
un gesto audaz y decisivo que le costó la cárcel y finalmente la muerte al
precursor, Manuela Espejo no pudo ser
impasible frente a un proceso de
tanta densidad y trascendencia. Siendo
Espejo un adelantado en la lucha por los derechos ciudadanos, incluidos los de las mujeres, Manuela no podía ser una persona común, sino mas bien
una mujer diferente, azaeteada por la pasión revolucionaria, iluminada por
muchas lecturas y discusiones que se llevaban a cabo en su entorno. Por lo
mismo se puede colegir que Mejía no se casó con Manuela para legalizar una
situación que despertaba maledicencias;
tampoco por interés de la biblioteca de Espejo y el honor que
significaba ser parte de su familia, sino por amor y afinidad con una mujer
admirable, de grata conversación y deleitosa compañía, una mujer según dicen
los comentarios de la época: menuda y de finos rasgos, ojos de miel y nariz
perfecta y al mismo tiempo de recia personalidad que llevaba en su frente una
marca de rebeldía, arrogancia y orgullo, “con capacidad para reflexionar y
decidir por cuenta propia.”[5]

Aula Benjamín Carrión/ marzo 2012, Logia
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