martes, 12 de marzo de 2013

8 de marzo


El 8 de marzo fue instituido como día recordatorio de las luchas de las mujeres que pugnaban por sus derechos  económicos y sociales, en el marco de las reivindicaciones propuestas por el socialismo y el sindicalismo, metas  que de forma lenta y difícil todavía no logran  plenitud.  Más tarde se impuso la participación política como demanda pública de las mujeres. En este campo se consiguió el derecho a elegir y luego a ser elegidas, por tanto la apertura para que presidan espacios de decisión política, aspiración vista como lo más alto que podía alcanzar la presencia histórica de la mujer, éxito que asombra a simple vista pero que un análisis detenido deja más dudas que certezas porque el poder patriarcal sigue intacto.
Los nuevos tiempos exigen el reconocimiento de otros derechos. Hoy la exigencia de  las mujeres busca poner fin a la expropiación del cuerpo femenino, la libertad para ejercer o no la maternidad, para vivir la sexualidad sin sufrimiento ni culpa. Y, por supuesto el fin de todas las violencias contra la mujer, especialmente contra las niñas. Hay mucha batalla en torno a este tema que compromete a todas las personas , de todos  los credos, edades y posiciones sociales.
Lo que permanece en silencio son los derechos culturales, entiéndanse estos en su totalidad, no como simples expresiones folklóricas. Las universidades y las academias, las instituciones donde se crea ciencia y arte, continúan siendo privilegios y cotos masculinos donde se respeta un canon androcéntrico sagrado. La presencia de las mujeres en estos espacios suele ser escasa, secundaria o descalificada.
En todas sus faces, la lucha de las mujeres ha debido abrirse paso desafiando u horadando el poder masculino.   Las mujeres han sido muchas veces el contrapoder para desestabilizar  las estructuras rígidas e injustas que sostienen el orden de dominación. Esto no significa que no hayan existido hombres excepcionales, por lo mismo pocos, que reconocieran la validez de la irrupción de las mujeres y plantearan o reconocieran lúcidamente los derechos femeninos. 
La lucha de las mujeres ha sido larga, muchas veces cruelmente reprimida, sin embargo constante. Ellas "las insensatas"han trazado caminos, han abierto ventanas, han plantado los árboles que nos alimentan y abrigan. Su presencia disruptiva no siempre se ha dado en las calles. También lo han hecho desde sus escritorios, desde sus talleres; en las aulas, frente a las cámaras, mientras conversaban junto a la fuente; a través de las visitas, desde las salas de la casa donde se llevaban las afamadas tertulias y aún desde las cocinas, mientras preparaban un pastel para compartir entre amigas: las mujeres evaluaban situaciones, buscaban razones, imaginaban respuestas. Así se fue tramando, hilo a hilo, el feminismo: su teoría y acción.

En Ecuador tenemos nuestras pioneras: María Chiquinquirá, las Manuelas, Dolores Vintimilla, Marietta de Veintimilla, Dolores Sucre, Zoila Ugarte, la primera y más radical sufragista y su núcleo de maestras y escritoras, Matilde Hidalgo (discípula y amiga de Zoila), Blanca Martínez,   Mireya Bravomalo, Hipatia Cárdenas, Dolores Cacuango, Mary Corylé, Teodosia Robalino, Nela Martínez y tantas otras.
Y más allá de las fronteras: Safo, Hipatia de Alejandría, Christine de Pizán, Juana de Arco, Artemisa Gentileschi, Juana de la Cruz, Emily Bronte, Elizabeth Vigèe Lebrun, Alexandra Kollontai, Rosa Luxemburgo, Emilia Pardo Pazán, Concepción Arenal, Florence Nigthingale, Mary Wolstonecraff, Virginia Woolf, Marie Curie, Gabriela Mistral, Hanna Arendt, Simone de Beauvior, Frida Kalo, Alicia Alonso, Julia Kristeva, Rigoberta Menchú, Camile Claudel, Policarpa Salavarrieta, Selma Lagerlof, María Montessori, Alfonsina Storni, Alice Waker, Marguerite Durás, María Zambrano, Violeta Parra, Marilyn Monroe, y tantas otras Mujeres Rebeldes, quienes, rodeadas de otras mujeres, abrieron la brecha– muchas veces al precio de su vida– allanaron el camino por donde debían transcurrir nuestras reivindicaciones actuales y futuras. 
Estamos donde estamos las mujeres–todavía no donde deberíamos estar– por los sueños, la clarividencia, el coraje, la perseverancia de aquellas valerosas mujeres que nos precedieron.  Y, sin embargo... aún hay quienes olvidan o no valoran esta herencia y piensan que se hicieron por si mismas. Todavía, en el siglo XXI, hay tantas mujeres que no saben que las humanas tenemos los mismos derechos que los hombres e inconscientemente siguen sometidas a sus caprichos. Como hay también muchos varones que ven a las mujeres como su propiedad y solamente como cuerpo para su deleite, individuos que niegan a las mujeres la capacidad de generar bienes y conocimiento.  Seres que excluyen nuestro derecho a vivir en plenitud y paz, a ser personas autónomas, respetadas y felices.

sábado, 9 de marzo de 2013

La ilusión de la biografía



Hay personajes, que incitan nuestra curiosidad, que atraen o sorprenden y sobre los que una quisiera saber más, indagar el origen de sus frases, el propósito de sus actos. De ellos, o ellas,  a veces sabemos solo su nombre, escuchado con frecuencia, repetido en distintas ocasiones. Nos proponemos entonces conocer su historia o configurarla  mediante la investigación.

La empresa de reconstruir una historia de vida implica frecuentemente un tiempo que parece interminable ¿Por qué? Principalmente por la ausencia de fuentes, de fuentes confiables. Fenómeno que se produce en nuestro medio por la falta de tradición patrimonial y  de valoración de las historias personales o colectivas.

Aquí, normalmente ocurre que, una vez  satisfecho el interés de registrar sensorialmente algo, de poseer una información,  de acceder a un contenido,  se desecha el continente. Desaparecen así los testimonios. Cartas, escritos personales, fotografías, grabaciones en audio, documentos recopilados por personas con un objetivo de vida mas allá de lo común,  se pierden, se incineran, se destruyen, se desprecian y los hechos, de los que son parte,  con toda su implicación política, económica, cultural o social pasan al olvido, pierden significación, se esfuman.

En esas condiciones elaborar una biografía , compartir con otros, difundir los tesoros vitales que se intuyen en ciertas existencias singulares, exige una enorme dosis de paciencia y de pasión. Claro que, en ocasiones  se opta por tomar un camino alterno que va por los terrenos de la deducción más que por los de la constatación. La historia por más objetiva que quiera ser siempre se encuentra con estos grandes lagos o vacíos de datos que obligan a usar la inferencia, a llegar a una drástica conclusión.

Muy distante de este procedimiento utilizado por la historia, no siempre exacto pero sí, bastante riguroso, podría decirse hasta que  se cuela, aparece la literatura para recrear  con menor o mayor distancia o fidelidad– los hechos protagonizados, las circunstancias y el ambiente en que vivió determinado personaje. Pero la novela histórica, o la historia novelada tiene otro propósito distinto del de la historia. Para la novela histórica lo fundamental es la comunicación de algún proceso o en torno a un personaje relevante, procurando el deleite, la emoción. La búsqueda de la  estética  a través del lenguaje se sobrepone a la búsqueda de la verdad. Y no en pocas ocasiones termina deformando la realidad histórica.

La genialidad de los grandes biógrafos literarios  ha estado en crear una historia convincente y apasionante destacando las virtudes, hazañas o conductas excepcionales de los personajes biografiados desde una óptica particular. En este caso no es que le falten fuentes, todo lo contario, les sobran y de ellas escogen la que convienen a su proyecto personal.  El reto es distinto. Consiste en recrear un universo y situaciones apasionantes que conciten la lectura y establezcan filiación entre el autor y sus lectores.

Este preámbulo viene al caso de Manuela Espejo personaje del cual se sabe poco y se supone mucho. Las pocas fuentes encontradas hasta ahora han permitido configurar un sujeto protagonista y testigo, personaje de singulares características en una época decisiva de la historia patria.

Manuela  Sáenz, (1795- 1856) venerada o vilipendiada según los ojos que la miraran, por encima de todas las rencillas ideológicas, era ya una figura inscrita en el cuadro de los héroes de la Patria junto a la Cañizares, la patriota por excelencia presente en los textos escolares desde comienzos del siglo XX.  Manuela Espejo vino a completar la tríada gloriosa de las Manuelas. 

Si seguimos una secuencia de visibilización ordenada por  momentos podemos decir que Manuela Espejo era más o menos una desconocida hasta el año 2001

Primer  Momento  comienza cuando Carlos Paladines saca a la luz un libro llamado Erophilia con el subtítulo Conjeturas sobre Manuela Espejo. Paladines que es un investigador concienzudo, no pudo evitar el impulso de difundir el descubrimiento. Había encontrado la huella de Manuela Espejo. Atribuyó a Manuela la Carta escrita a los editores de periódicos ubicada en el Número 3 del Periódico Primicias de la Cultura de Quito, el primer periódico que se editara en Quito en el año 1792  por inspiración nada menos que del duende,  su hermano  Francisco Javier Eugenio de Santacruz y Espejo .
Con base en el análisis de esta extensa  carta firmada con el seudónimo de Erophilia (Amante de la Sabiduria y el Amor) Paladines configuró un nuevo personaje femenino para la historia ecuatoriana, heroína a la que dotó de características intelectuales, pasión por el estudio y por los libros, perspicacia política, sensibilidad desprejuiciada, irreverencia franca y apasionada. Una mujer que pregonó el derecho a la felicidad para sí y para los demás. Sin duda, la rotunda carta tiene un estilo femenino y los temas que aborda corresponden en gran parte al mundo de las mujeres.

Segundo momento:

En un segundo momento se empieza a hablar de su relación con José Mejía  Lequerica el diputado más brillante de la Audiencia de Quito que representa a América  en  las Cortes de Cádiz. (1813) . Recordemos que José Mejía, hijo ilegítimo, repudiado por su padre,  nacido en 1775 en un barrio cercano al de Manuela, era un chico pobre pero brillante. A pesar de la diferencia de casi 30 años de edad, era amigo e interlocutor de Espejo  y se entendían muy bien en el tono y el interés de las discusiones porque los dos poseían gran inteligencia, leían sin descanso y tenían inquietudes similares en el campo de las ciencias, la filosofía y las letras. Seguramente, frecuentando diariamente la casa de Espejo, habría podido aquilatar de cerca los valores que caracterizaban a Manuela, (1757) hermana menor de Eugenio con diferencia de diez años y menor también a su otro hermano, Pablo, con cinco años (1752).Los tres Espejo conformaban  un grupo fraterno e idealista que vivía al filo de la navaja. [1] Dos años después de la muerte de su hermano Eugenio de Santa Cruz, Manuela contrae nupcias con Mejía (1796) quien habría descubierto “el esplendor de su espíritu privilegiado”.[2] Este matrimonio escandaliza al vecindario porque Manuela Espejo es casi veinte años mayor a Mejía y sinembargo la pareja vive una relación tranquila y cariñosa aunque no apasionada. Después de diez años de unión marital Mejía emprende viaje a España y allí se destaca como gran orador de las cortes de Cádiz donde defiende posiciones políticas francamente revolucionarias.  Alarma también saber que Manuela le hubiera sido leal –política y afectivamente– a Mejía a pesar de la nueva relación que él mantuviera en España con  Gertrudis de Salanova. Aludir a este  evento en la vida de Manuela despierta sospechas y resquemores.

Tercer momento
En un tercer momento se destaca su papel como amante de los libros, de la lectura, incluso de aquellos prohibidos por  el Santo Oficio,  de ser asidua de la Biblioteca Nacional que regentaba su hermano y cuidadora luego de los libros dejados por  él y por su marido. Desde este ángulo  se le reconoce como la primera bibliotecaria del país. A raíz de este reconocimiento el Municipio de Quito crea con el nombre de Manuela Espejo un estímulo para premiar la trayectoria de las mujeres que hubieren destacado por sus servicios ciudadanos.

Cuarto momento
Con la llegada del bicentenario de la Revolución de Quito, y la celebración del 10 de agosto de 1810, se enfatiza la labor patriótica  de Manuela Espejo al atribuirle cercana amistad con las mujeres más identificadas con la causa revolucionaria de la independencia. Se identifica en Manuela a la mujer que sufrió en carne propia las injurias, el maltrato, los atropellos  del régimen colonial en la persona de sus hermanos y de ella misma. Se ensalza a la mujer valiente y decidida que  lleva adelante un juicio contra Luis Muñoz de Guzmán, Presidente de la Audiencia por los agravios, prisión, enfermedad y muerte sufridas por su hermano, el Precursor.
En su larga vida ­– vivió cerca de 90 años– Manuela Espejo tuvo la suerte de ver morir la Colonia y nacer la República.[3]

Quinto momento
Una nueva mención resignifica la presencia de Manuela en la época pre revolucionaria. Su papel como ayudante de su hermano médico. Se dice que durante la epidemia de fiebre amarilla en 1785 atendió con todo esmero y riesgo a los enfermos y moribundos víctimas de ese temible mal. Esta arista de su personalidad mueve al Vicepresidente de la República Lenin Moreno a emblematizar su campaña a favor de los discapacitados del país,  con el nombre de Manuela Espejo. A partir de esta exitosa empresa social el nombre de Manuela Espejo salta las fronteras patrias y alienta ideales de solidaridad inusitada.

Sexto momento
El personaje que ha permanecido en el olvido por dos siglos pasa de un territorio de penumbra a otro de mitificación. El pueblo común que empieza a oír reiteradamente el nombre de Manuela sin tener mayor conocimiento sobre ella empieza a enmarcarla como  a una discapacitada excepcional. Para ese sector poblacional Manuela Espejo es percibida como  una muda, una persona que no habló pero actuó en favor de los demás.[4]

Séptimo momento. La polémica
Algunos historiadores empiezan a opinar sobre la suprafiguración del personaje. Para unos, lo que no tiene testimonio o fuente evidente de existencia no tiene ningún valor. Manuela es solo la hermana de Eugenio Espejo.  Para otros, es posible inferir algo más de su personalidad y de su aporte histórico,  por los comentarios que se encuentran sobre ella en papeles de la época. También se puede deducir que siendo hermana de dos grandes personajes Eugenio y Pablo, cura de Cotacahi coautor de las famosas banderitas rojas colocadas en las cruces de la ciudad, un gesto audaz y decisivo que le costó la cárcel y finalmente la muerte al precursor, Manuela Espejo no pudo ser  impasible frente  a un proceso de tanta densidad y trascendencia.  Siendo Espejo un adelantado en la lucha por los derechos ciudadanos,  incluidos los de las mujeres, Manuela  no podía ser una persona común, sino mas bien una mujer diferente, azaeteada por la pasión revolucionaria, iluminada por muchas lecturas y discusiones que se llevaban a cabo en su entorno. Por lo mismo se puede colegir que Mejía no se casó con Manuela para legalizar una situación que despertaba maledicencias;  tampoco por interés de la biblioteca de Espejo y el honor que significaba ser parte de su familia, sino por amor y afinidad con una mujer admirable, de grata conversación y deleitosa compañía, una mujer según dicen los comentarios de la época: menuda y de finos rasgos, ojos de miel y nariz perfecta y al mismo tiempo de recia personalidad que llevaba en su frente una marca de rebeldía, arrogancia y orgullo, “con capacidad para reflexionar y decidir por cuenta propia.”[5]


De estas descripciones nos queda el perfil de una mujer consciente de que “la naturaleza no había sido avara con ella y que más bien le había dado con mano franca muchas buenas cualidades”;  un mujer que tuvo la suerte de nacer en un hogar privilegiado por el talento y la honestidad; que fue testigo y copartícipe de un cambio de época que llevó a la patria de la servidumbre a la autonomía. Una mujer que señaló la minusvaloración de las mujeres y se alzó sobre esa situación señalando un camino y un norte. Que fue la primera periodista quiteña, que se atrevió a hacer escuchar su voz y romper las barreras del silencio. Que desafió las normas de la sociedad conventual y escogió su propia forma de vivir. Y que su presencia en este mundanal ruido siempre brillará en el espejo de las nuevas generaciones de mujeres rebeldes. Una mujer símbolo.
Aula Benjamín Carrión/ marzo 2012, Logia





[1] Paladines, 33
[2] Costales, Marcela, 44aa
[3] C. Ansaldo, en Las mujeres en la independencia, j. Londoño, p80
[4] H. Rodríguez Castelo, conferencia ANH., 2012.
[5] Paladines, 30